5 de agosto de 2010

Pensar es como mutilarme la cabeza y todo lo que pasa por ella.


No somos coherentes, nos hacemos coherentes inventando conceptos, definiciones, procesos, determinismos, cada lógica genera estructuras para nuestro pensamiento que es inconexo, es desorden en sí y no tiene coherencia un pensamiento con otro, son disparos de deseo que se adhieren al vacío, quedan manchas de infinitos colores en un espacio que tampoco tiene una estructuración. Somos en sí pura contradicción, contenemos el deseo y “hacemos nuestra” voluntad que es solo una manifestación externa y efímera del deseo.

La contención es más que reprimir, es hacerlo invisible a nosotros mismos, buscamos la lógica de cada cosa que percibimos con los sentidos, pero no se reproducen en sí los sentidos, no fluye el deseo que es lo más cierto e incierto que tenemos.

Desde que existen un “orden” un “sistema” que revolvimos nuestras mentes y nos “hicimos más inteligentes” ¿qué precio hay que pagar por ser tan inteligentes?, es esto lo que detesto, o soy sistémica y coherente, o no debería haber nacido porque esta mente no conoce ni siquiera puede imaginar lo que es imposible. Porque dentro de mis límites imprescindibles se producen choques de deseo, explosiones y disparidades, desaparece todo binomio y toda clasificación. Y quedo como sin-cuerpo y sin-alma un poco nada y otro poco del todo, no es suma ni resta y no tiene ecuación perfecta, simplemente no sé lo que es y mejor así sin-palabras y des-conceptualizada.


2 comentarios:

martina p.r. dijo...

complicada tu situacion, querida, sobre todo considerando que su carrera es sistémica por definición...
tal vez por lo mismo la cosa se vuelve interesante

Lukas dijo...

ñammmm holaa holaa aquíi andoo como un gusanoo desahuciado tratando de agarrarme a la única rama que me queda,siento uno de los mayores miedos,el miedo a quedarse solo,una sensación tan fulminante y que avanza a pasos esteparicos sintiendo el herdor del calor descomponiendo ciertos lazos,soy un animal que se ahoga en su propio hábitat, me dormí en mi costumbre y me dormí en una dimensión que por mi propia definición me obliga a despertar